The SPU arrived to the Hyde Park Center, on the south side neighborhood of Chicago, where it attempted to showcase films throughout the night. While this was accomplished at the beginning, the wind (Hyde Park is very close to Lake Michigan) and a ruthless overnight storm apparently managed to ruin our digital video projector— another significant budget blow.
The discussion component, which took place at the Museum of Contemporary Art, brought together a range of generations of artists, critics and curators in response to the notion of “eccentricity” as applied to Chicago art. Chicago, as the capital of the Midwest, has often encountered itself in the position of defining itself in relationship to the coasts by creating an alternative vision. Chicago’s affinity to surrealism and outsider art has often become a cliché or stigma that this discussion intended to question. The relationship between Chicago and New York, I ventured to point out, obeys similar center-periphery dynamics to the ones experienced by centers of art production in Latin America such as Sao Paulo or Mexico City.
Tony Fitzpatrick, veteran Chicago artist who has made one of the most comprehensive body of works that specifically reflect on the identity of the city, spoke first, mentioning Chicago’s diverse, yet segregated urban fabric: “Chicago is still very much a tribal city. No matter who we are, we still want to be among our own. And that is pretty much the blessing and the course of this city”. Fitzpatrick mentioned that the working class background of the city becomes a defining trait that artists have to grapple with: “ The city itself is a working class place and it doesn’t have the kind of polarities that New York or L.A. between the rich and the poor. We all are kind of bumped against each other here. I think that adds to the character of the kind of work that gets made here.” “One of the things I always wanted to go away about Chicago its a place of heartbreak and steel mills and slaughterhouses and nothing else. Whereas the city that I see is as full of light as Paris and as exotic as Bombay.”
Ed Marszewski, who organizes the Version new media festival in Chicago, mentioned that to him Chicago was “a giant, gentrified neighborhood”, much to the chagrin to the artists but, as in other cities, it being the result of the attractive that a bohemian neighborhood generates. He also pointed out to the transformation of Wicker Park, which was the closest to an artist common-ground neighborhood in Chicago. “A bomb went off in (the streets of ) Milwaukee and Damen, and it spread out all the artists”. The group acknowledged that the arts community itself is very segregated and does not rotate around a single center. Elvia Rodriguez spoke about the artist collective Polvo, comprised mostly by latino artists who work in the South-West side neighborhood of Pilsen in Chicago, working for years to try to achieve visibility. John Corbett, who teaches at the Art Institute and now runs a gallery that seeks to restore some historic memory on Chicago art, pointed out that towards the 1940s there was a period when the Northwest was almost the center of art activity in the U.S., but that with the emergence of the NY art scene, “we ended up being eccentric by definition”. This led to a discussion about the need to write oneself into history. Corbett subjected the group to a test: “does anyone here know five Chicago artists from the 1950s?” to which only a handful of hands was raised. Ruth Lopez, art editor of Timeout Chicago, acknowledged the limited role that a weekly magazine can play when there is such a great need for much greater in-depth criticism in the city.
After the discussion and after a meal at Wishbone (next to Oprah’s TV studio), we visited John Corbett’s gallery, Corbett vs. Dempsey, located in the Wicker Park area, where we saw a lot of revelatory work by artists like Robert Amft who has been active since the 30s, still is painting now, in his nineties, and whose work clearly shows him as a precursor of Chicago fascinations with art brut.
After many hours of leisurely looking at endless old and new Chicago paintings in Corbett’s gallery simple chat, we started addressing other significant issues that have become the subtext of Chicago art, in particular the demise of the Chicago Art Fair and the fall of Thomas Blackman, the entrepreneur who put Chicago on the contemporary art map in the early 90s and slowly lost the market to Miami and New York. While it can be argued that Chicago remains the center for art education in the U.S., that it is the home of several significant contemporary U.S. artists like Kerry James Marshall and Iñigo Manglano-Ovalle, and continues having a strong history of social activism in art, it is disheartening that key infrastructural elements that generally make an art scene are now in a state of crisis in the city (the gallery scene, the art criticism publications and criticism itself, and local collecting). However, being at Corbett’s gallery we had a sense that there is something to gain from the retrospective look— as long as it doesn’t turn into bittersweet nostalgia.
--------------------------------------------------------------------
El SPU llegó al Hyde Park Center, en el barrio sur de Chicago, donde intentó mostrar películas durante la noche. Si bien esto se logro al principio, el viento (El Parque Hyde esta muy cerca al Lago Michigan) y una despiadada tormenta nocturna lograron arruinar nuestro proyector digital de video — otro golpe importante para nuestro presupuesto.
El componente de discusión, el cual tomo lugar el Museum of Contemporary Art, reunió una gama intergeneracional de artistas, críticos y curadores, en respuesta a la noción de “excentricidad” designada al arte de Chicago. Chicago, siendo la capital del Medio-oeste, se ha encontrado, a menudo, intentando definirse a si misma en relación a las costas a través de la creación de visiones alternativas. La afinidad de Chicago por el surrealismo y el arte ajeno se ha convertido, a menudo, en un cliché o estigma que esta discusión procuraba cuestionar. La relación entre Chicago y New York, me aventuré a señalar, obedece una dinámica centro-periférica similar a la de los centros de producción de arte en Latinoamérica, tal como São Paulo y Ciudad de México.
Tony Fitzpatrick, veterano artista de Chicago quien ha creado uno de las obras mas completas que reflejan específicamente sobre la identidad de la ciudad, hablo primero, señalando la diversa, aunque segregada, composición urbana de Chicago: “Chicago es todavía una ciudad tribal.” No importa quienes seamos, siempre queremos estar con nuestra propia gente. Y esta es simultáneamente la bendición y la maldición de nuestra ciudad.”
Fitzpatrick mencionó que el antecedente social de clase trabajadora de la ciudad se ha convertido en un rasgo definitorio con el cual los artistas han tenido que lidiar por algún tiempo: “La ciudad, en si, es un espacio de la clase trabajadora y no tiene el tipo de polaridades que se encuentran entre los ricos y los pobres en Nueva York o L.A. Aquí, nos topamos todos el uno contra el otro. Creo que esto le da carácter al tipo de arte que se crea aquí.” “ Una de las cosas de Chicago que siempre me molesto fue la impresión errónea de que es un lugar de corazones rotos y molinos de metal y mataderos y nada mas. La ciudad que mis ojos vislumbran es tan luminosa como parís, tan exótica como Bombay.”
Ed Marszewski, quien organiza el Festival Version New Media en Chicago, dijo que, para el, Chicago era “un gigante barrio aburguesado”, para gran disgusto de los artistas en otras ciudades, pero, como en otras ciudades, era también el resultado de la atracción generada por un barrio bohemio. También hablo sobre a la transformación del barrio Wicker Park, el cual solía aproximarse a un terreno común para los artistas de Chicago hasta que: "Una bomba estalló en (las calles de) Milwaukee y Damen, y dispersó a todos los artistas".
El grupo admitió que la comunidad del arte, en si misma, se encontraba muy segregada y que no giraba en torno a un solo axis.
Elvia Rodriguez hablo sobre Polvo, el colectivo de artistas constituido en su mayor parte por artistas latinos quienes trabajaban en la zona sudeste del barrio Pilsen en Chicago, intentado obtener visibilidad ya desde hace años. John Corbett, quien da clases en el Art Institute, y quien ahora maneja una galería que busca restaurar la memoria histórica del arte de Chicago, remarcó que hacia los 1940 hubo un periodo donde el noroeste era casi el centro de actividad artística en los Estados Unidos, pero que con el surgimiento de la escena artística de Nueva York, “terminamos siendo excéntricos por definición”. Esto provocó una discusión sobre la necesidad de escribirse a uno mismo en la historia. Corbett sometió el grupo a una prueba: “¿Alguien aquí conocé cinco artistas chicaguenses de los 1950?” a lo cual solo un puñado de manos se alzó. Ruth Lopez, editor artístico del Timeout Chicago, admitió el rol limitado que una revista semanal puede jugar al existir una necesidad tan grande en la ciudad por un mas profundo criticismo.
A continuación de la discusión y una cena en el Wishbone (al lado del estudio televisivo de Oprah) visitamos la galería de John Corbett, Corbett vs. Dempsey, situada en la zona del Parque Wicker, donde vimos mucho arte revelador por artistas como Robert Amft, quien ha estado activo desde los 30, y todavía pinta, a los noventa años de edad, y cuyo trabajo claramente lo apunta como un precursor de la fascinación chicaguense con el art brut.
Después de varias horas sosegadas de leve conversación e interminables viejas y nuevas pinturas chicaguenses en la galería de Corbett, comenzamos a abordar otros asuntos importantes que habían formado parte del subtexto del arte chicaguense, en particular, el desfallecimiento del Chicago Art Fair y la caída de Thomas Blackman, el emprendedor responsable por plantar a Chicago en el mapa del arte contemporáneo a principios de los 90, y quien lentamente perdió el mercado de Miami y Nueva York. En cuanto se puede argumentar que Chicago permanece al centro de la educación artística en los EE.UU., que sigue sirviendo de hogar a varios artistas contemporáneos estadounidenses como Kerry James Marshal e Iñigo Manglano-Ovalle, y que continua jactándose de una gran historia de activismo social en el arte, es deprimente saber que los elementos clave de la infraestructura que generalmente crean una escena artística, se encuentran, en este momento, en un estado de crisis en la ciudad (las galerías, la critica del arte y sus publicaciones, y la provisión local). De todas maneras, hallándonos en la galería de Corbett, sentimos que había algo a ganar con la visión retrospectiva—mientras que pudiéramos evitar descender en la agridulce nostalgia.