Amarillo to New Mexico
We stayed in a small hotel in Amarillo. We were greeted a Texan couple who were on their way back from doing evangelical work in Guatemala. After breakfast (we had waffles in the shape of the state of Texas) we left to continue our exploration of the vestiges of Route 66, going towards New Mexico
We continued our frustration in finding dead ends and confusing directions that often took us nowhere, but sometimes we were rewarded by hitting a ghost town. We ran into an abandoned gas station that appeared as if it had been in Chernobyl. Some of the towns looked as if they had been abandoned in a hurry, as if some of these motels still had the bed sheets on their beds.
At Tucamcari we were impressed by three traits of the city: one, that it is covered by murals all authored by the same artist; secondly, its bad Mexican food, and third, its memory lane of abandoned and wonderful thematic motels. Their culturally-stereotypical, yet imaginatively designed signs from the 1950s (“Safari” “Sahara” “Apache”) made us wonder why contemporary art galleries don’t attempt more creative designs like these for their establishments.
The dramatic New Mexico landscape makes the historic markers of route 66 all the more dramatic, making them turn into lonely public sculptures. Shelley would have loved to write Ozymandia-like eulogies for these signs of long-gone commercial empires.
The one writer who did make it around here was Hemingway, who in Villa de Cubero wrote The Old Man and The Sea, ostensibly in order to get as far away from the sea as possible. Villa de Cubero is an odd, Mexican-like village amidst the vacuum of the desert and the dramatic settings of the mesas. We were now in Native-American land, where one crosses economically depressed Navajo and Hopi reservations.
Late at night we arrived to Gallup, “the Indian Capital of the world”. It was interesting to be at a U.S. city where the majority is composed of what is now one of the smallest minorities of this country. The irony intensified at Applebee’s, the only open restaurant at that point of the night where we landed, and which was covered by photos of white Americana pop stars like Elvis, Marilyn and Dolly Parton. Everyone in the restaurant was Native-American (with the exception of us, and Elvis, and Marilyn, and Dolly).
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Dejamos Amarillo, Texas, en la mañana para seguir nuestra búsqueda de vestigios históricos por la antigua ruta 66. Esta ruta, creada en 1926, alcanzó su esplendor en los años de la posguerra, para luego ser clausurada en 1985. Esto marcó el final también de varios de los pueblos que basaban su economía en el tránsito por esta ruta.
En Tucamcari, Nuevo México, quedamos impresionados por tres facetas de la ciudad: una, su proliferación de murales (todos hechos aparentemente por el mismo artista norteamericano), dos, su pésima comida mexicana, y tres, su maravillosa calle principal llena de moteles abandonados, todos ellos con letreros estereotípicamente exóticos y con títulos como “Sahara”, “Safari” y “Apache”, que nos hicieron preguntarnos por qué las galerías de Nueva York no utilizan semejante imaginación en el diseño de sus establecimientos.
El paisaje dramático de Nuevo México hace que los letreros de estos comercios abandonados a lo largo de la ruta 66 se vuelvan aún más dramáticos. A Shelley le habría gustado escribir elegías (como su famoso poema “ozymandias”) sobre los letreros de esta ruta. El escritor que sí llegó por estas rutas fue Hemingway, quien pasó una temporada en el pueblo Villa de Cubero para escribir su novela El Viejo y el Mar (supuestamente vino a este pueblo en medio del desierto para alejarse lo más posible del mar). Villa de Cubero es un pueblo extraño en medio de la nada del desierto de la magnificencia de las mesetas de Nuevo México. Cruzamos por tierra perteneciente a diferentes reservaciones indígenas como los Navajo y los Hopi, hasta llegar a nuestro destino nocturno: Gallup, Nuevo México, autoproclamada como “la capital indígena del mundo”. Nos pareció interesante visitar una ciudad donde la mayoría está compuesta de la proverbial minoría de éste país. No había donde ir a cenar, por lo que acabamos cenando en Applebee’s, una cadena americana con paredes llenas de fotos de Elvis y Marilyn y Dollly Parton. Con excepción de nosotros ( y de Elvis y de Marilyn y de Dolly) todos en el restaurant eran indígenas.